Opinión

La presidenta Claudia Sheinbaum Pardo acaba de recordar que, en sus buenos tiempos, el ex presidente Andrés Manuel López Obrador decía que para hacer campaña lo único que se necesitaba era un par de buenos zapatos y un morral; los zapatos buenos, pero no de marca, y el morral para traer los volantes con los que promuevan las candidaturas.

La Jefa de la Nación sabe, al citar lo anterior, que todo lo que en ese entonces se proponía quedó en el pasado, y al recordarlo, seguramente lo hace para advertir que se da perfecta cuenta del proceso de deformación en el que ha caído el movimiento transformador hoy impulsado por ella.

Ahora, será ella la que ocupe las herramientas de las que hizo mención para salir adelante del viacrucis que deberá vivir, para cambiar la mentalidad de los que, por razones muy ajenas a los intereses del pueblo, desde ya se están promoviendo.

Ellos, a los que hace referencia, difícilmente dejarán de usar camionetones y de realizar despilfarros, pues la mayoría de los que no respetan reglas, vienen de partidos y grupos políticos que no aceptan, es mas, ni conocen, las formas correctas de hacer política.

Claudia Sheinbaum, en un intento desesperado de cambiar las cosas, trató de despertar conciencias señalando que, de seguir como van, el pueblo, al que por enésima vez calificó como sabio, pronto empezará a decir que no vota para que los políticos tengan una vida llena de lujos.

Pero por eso su servilleta, mis sufridos lectores, cree que es un viacrucis el que le espera a la comandanta suprema de las fuerzas armadas de México, pues son aquellos que acompañaron a López Obrador en un momento clave de la llamada 4T, los que no están dispuestos a hacerle caso, y menos cuando ella misma ha manifestado su rechazo a la reelección y al nepotismo, prácticas que se sabe, los ya identificados como rebeldes las traen tatuadas en sus carteras.

SECRETO A VOCES: Dicen que los días actuales son propicios para profundas reflexiones.